Una Anecdota Mundial

   Para nadie es un secreto que estos días de fútbol son importantes en la vida del hombre, llámese el masculino, el mero macho alfa y pare de contar de calificativos que denotan fortaleza y poder entre géneros. Cada cuatro años por estas fechas se puede ver parir, llorar y desesperar al más duro de la casa frente a un televisor. Mi padre por muy rudo y cara dura que parezca, no es la excepción.
Vamonos en el tiempo, un poco lejitos, por allá en 1994 en una decente y acogedora casa de familia, papá se prepara para ver el encuentro entre Colombia y Estados Unidos en el mundial. Mi padre como fiel seguidor del deporte y patriota por excelencia, se instalaba frente al televisor de la sala y encendía la radio para escuchar al mejor narrador deportivo de la emisora regional, "Hoy juega mi Colombia, carajo" exclamaba con orgullo. 
Invitó a unos de sus amigos y compartieron comida en la antesala al partido comentarios iban y venían sobre el resultado final tomando en cuenta los anteriores encuentros y en especial un 5-0 sobre el equipo argentino que le dió el pase de oro al campeonato mundial. Se notaba el entusiasmo aquel día; bueno al menos eso veía yo desde mi silla a un extremo del salón muy tranquilamente mientras pintaba una casa. Lo sé admito que a veces no recuerdo que hice media hora atrás pero muchas cosas de mi niñez como este día quedaron grabadas en mi memoria muy claramente. Ya les diré por qué.
Empieza el partido y los caballeros se acomodan en sus puestos, dos de cada lado mi padre frente al televisor tienen sus provisiones en la mesa de centro para no perder de vista el juego,el comentarista en la radio va narrando uno a uno los pases y la euforia empieza.  Gritos,quejas,reclamos, sacudidas una que tantas sacadas de madre interrumpidas ante la presencia de una infante en la sala que desde lejos observa a los especímenes en su habitat natural. Mi padre se agarra la cabeza, tose, toma refresco mientras comenta las estrategias que deberían usar, su amigo le argumenta y otro más les da la razón y al unísono se escucha "¡UYYY, UYY, UYYY...PASELA, PASELA MIJO...ASH!" retoman sus asientos y esperan con ansiedad la siguiente jugada.
Mi madre observaba desde la cocina lo que sucedía, de vez en cuando se acercaba a la sala a prestar atención, mi hermana pasaba y se entretenía un rato a ver. Luego seguía en sus cosas a su habitación. A mi corta edad, conocía algunos detalles sencillos sobre el juego gracias a mi padre y sus amigos como veteranos del fútbol regional colombiano; total que tenía idea de lo que podía estar sucediendo. 
El encuentro estaba reñido, mi padre estaba nervioso, el narrador le pone emoción al evento, a cada pase aumenta el tono y con ello la desesperación en la sala, los hombres se paran, se agarran la cabeza, le gritan al televisor, el jugador no les hace caso y resulta haciendo todo al revés; se escuchan balbuceos y vuelven a sentarse. Se viene Estados Unidos al ataque y yo que ya me había hecho espacio en aquel escenario contagiada del entusiasmo y el hambre, compartía la misma emoción de aquellos señores cuando empezó la defensa colombiana a evitar un golazo contundente. El comentarista deportivo, aumentaba los nervios de aquella sala, mi padre grita:  -¡TAAAPEEEE, TAPEEEEE, COÑO! Mientras se agarraba la cabeza, se levantan todos de sus puestos y se acercan al televisor como queriendo traspasar la pantalla. 
De nuevo los gritos ¡SUBAAA, SUBAAAA, AHÍ, DELE, UYYYYYY  JUEPUERCA!
Alguien se encomienda a los santos (Y Dios les responde desde la radio o eso pensé) ante tal situación de tensión extrema, en eso mi madre se asoma a la sala, mi hermana sale de su habitación al escuchar el alboroto. ¡SE VIENEN, AHÍ VAA, QUITESELA! gritaba yo desde mi nuevo puesto justo al lado de mi papá que ni se percataba de mi presencia ni mi ataque a su comida. Todo el mundo apretando lo que fuera que tuviesen para apretar en ese momento, mi padre se impacienta, el jugador hace un intento se enfrenta al contrincante norteamericano le quita el balón. Alguien exclama en mi casa ¡ESOOOO HIJUEEEPUTAAA! Se escucha el "shhhhhh" de mi madre entre tanto el colombiano esquiva al gringo y éste vuelve al ataque, el jugador colombiano no se deja; sigue pateando el balón, en mi casa la gente aprieta, yo veo todo mientras como y así, en menos de un segundo, el narrador del partido grita a todo pulmón: 
¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL! 
Mi papá se tapa la cara, otro se sienta con fuerza, mi hermana se mete a su habitación como huyendo de una catástrofe, el comentarista de la radio dice muchas cosas entre el agite y su acento "argentino machucado" que no logro entender; de pronto hubo una tensa calma nadie dijo nada, mi madre recoge los platos de la mesa de centro rápidamente y en medio de tanto se escuchó: "¿Pero papi porque gritaron gol si era para el otro lado?" Todos voltearon a mi como temiendo lo peor, mi padre vuelve en sí y nota mi pequeñita existencia solo para clavarme una mirada de infierno con ojos aguados mientras pregunta a voz de trueno
 "¿QUÉ CARAJOS HACE ESTA NIÑA  AQUÍ?"  



Señores mortales...el odio existe y nació ese día. Si no me creen, pregunten qué pasó con Andrés Escobar.

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