Cristal

Era un día tan frío y húmedo como todas esas mañanas de otoño que Cristal detestaba desde niña. Camino al trabajo divagaba entre sus listas de cosas pendientes, que por algún extraño motivo le causaban mareos. Luego de unas cuantas arcadas, limpió su boca y siguió su rumbo, deseando no llegar nunca a su tedioso trabajo.
Caminó dos cuadras cerca del café Stanley, donde solía pedir un expreso con doble azúcar para llevar. Sin embargo, presentía que algo andaba mal y siguió su ruta a paso más agitado. Entonces notó que las calles parecían más extensas, el cielo cambiaba de oscuro a claro en cuestión de segundos y el reloj de la iglesia de la esquina Griss daba la hora en sentido contrario.
La gente pasaba por su lado con tanta prisa que parecían ignorar lo que sucedía. Cristal empezó a sentir escalofríos. De pronto sonó su celular con un número desconocido y no respondió. Apareció un mensaje de texto en la pantalla que le heló la sangre: "Te encontré".
Quiso correr, pero sus pies estaban tan pesados y helados que le era difícil moverse. Intentó gritar, pero fue en vano. Nadie la escuchó. De nuevo vinieron los escalofríos cuando advirtió que alguien la seguía. Y en su desesperación por escapar, Cristal abrió los ojos.
¡Está viva! Dijeron los paramédicos que rescataron a la mujer que había caído en el arroyo.

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