Renacer
Existió una ciudad griega erguida
en sus inicios muy majestuosamente con fuertes columnas, grandes palacios con
hermosos jardines, árboles frondosos con deliciosos frutos y manantiales con
agua dulce muy fresca, una ciudad hermosa, nueva, llena de vida y alegría; allí
llegaba mucha gente de todos los lugares del mundo, muchas veces sitios
inmundos infectados de tristeza que viajeros traían consigo en sus espaldas y
en su corazón; quienes llegaron por primera vez se establecieron allí e
hicieron de esa ciudad griega su hogar, que una vez invadida empezaba a
nublarse y sus hermosos jardines perdían brillo. Después llegaron otros más que
venían de paso, descansaban en los palacios, se despojaban de su suciedad en
los frescos manantiales y se iban de nuevo, pero el agua no era la misma luego
de eso; cada cierto tiempo el jardín recobraba su brillo y los árboles daban
nuevos frutos pues aquellos viajeros no solo dejaban sus despojos sino además
restos de sus alimentos que retoñaban en éstas fértiles tierras griegas y le llenaban
de esplendor nuevamente.
Pero eso no era suficiente pues poco a poco la
ciudad fue decayendo, entre el ir y venir de los viajeros. Las columnas de los
grandes palacios fueron debilitándose y muchos de ellos se derrumbaron con el
tiempo, los jardines se convirtieron en tierra seca de frutos amargos, el agua
de aquellos manantiales se convirtió en lodo, quienes allí habitaban no hicieron
nada para salvarla, no construyeron un muro para que fuese segura y tampoco
supieron defenderla, solo seguían en su quehacer sin ver a su alrededor una
hermosa ciudad destruirse. Hasta que un
día cayó, todo se puso gris, llovió torrencialmente por días y meses, los árboles
frondosos ahora secas ramas caían con la fuerza del viento y los escombros de
lo que alguna vez fueron grandes palacios, hoy eran arrastrados por la corriente
de un río turbulento que inundaba toda la ciudad, aquel manantial de agua en
donde muchos lavaron sus penas, no era más que un pantano lleno de alimañas y
putrefacción.
Llovió, llovió por mucho tiempo,
el viento hizo estragos derribó todo a su paso pero quienes estaban allí
permanecían inertes y serenos, como si tuviesen la confianza en que pronto
pasaría la tormenta y todo mejoraría. La lluvia se aplacó y el río disminuyó su
caudal; la ciudad ya no era la misma de sus inicios y ya ni el sol quería
pasarse por aquellos lados. Pero en las espesuras de los jardines luego de
mucho tiempo y desde lo más profundo del pantano, de pronto un día de una
extraña semilla brotó una flor.
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