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Llantos de ahogada

Cansa  darle los buenos días al mundo, fingiendo una sonrisa para no desencajar el hastío  de cumplir sueños ajenos, mientras quedan en un ladito esperando los propios es desalentador  porque primero, lo primero  y siempre hay algo mas a lo que hay que hacerle frente. Es detestable que la gente solo piense en sí misma pero si uno lo hace, resulta un acto egoísta y mezquino. No quiero seguir contando los días que me faltan para morir, quiero morirme sabiendo que los días contaron para mí.  A veces quisiera no despertar, pero las cuentas no se pagan solas y eso me quita el sueño. Y vivir un día a la vez ya no es suficiente porque hay mucho por hacer, Es la vida de adulto dicen muchos, hay que ser fuerte, no eres una nena; pero en serio ¿cuanto mas hay que aguantar? -hasta que mueras- dijeron. Sentarte una hora a contemplar el atardecer te cuesta dos horas menos de sueño. Quizá solo tuve un día rudo, puede ser que tuve unos meses de mierda y tal vez un año nefasto ...

Tinta sobre papel

¿Cuántos lunes van a pasar antes de que deje de sentir el vacío en el pecho de aquella vez?  Hoy es un lunes menos de dolor; un lunes más, donde ya no estás. Ya no quiero encontrarte en ésos recuerdos que olvidaste al igual que a mí. No quiero verte entre mis palabras, pero aún te siento en cada línea.  Y si, quisiera que fueran éstas las últimas que escribo para ti,  pero admito que no sé cuándo deje de extrañarte, ni cuando deje de pensarte...no lo sé. No veo el momento en que ya formes parte de mis memorias perdidas; las mismas, que ya no quisiera buscar para tenerte cerca y aunque lucho día a día para no sentirte, para no pensarte, para no escribirte para no extrañarte... me resigno con ir dejando mis lágrimas mezcladas con tinta sobre papel.  

Dice "te quiero pero no sé"

  -Sí, te quiero; pero eso no te garantiza que estemos juntos. El tiempo lo dirá.  Fué la respuesta más abismal que le pude sacar luego de una conversación pesada con declaraciones punzo penetrantes. Por un momento sentí que algo se me iba de las manos y así era, no podía hacer nada al respecto que no fuese llorar, cayó una, luego cayeron dos y tres lágrimas en mis mejillas empalidecidas por la nostalgia y me detuve a pensar ¿qué estoy esperando acá? ¿Qué podía hacer ante la idea de dejarle al tiempo la responsabilidad de decidir? ¿Por qué no podíamos ambos tomar una decisión si el sentimiento era mutuo?  Mis manos estaban frías y temblaban, los ojos se me llenaron de lágrimas nuevamente. Por mi cabeza pensamientos iban y venían, eran un sinfín de cuestiones que buscaban respuestas claras más allá de "el tiempo lo dirá"esa indecisión me acongojaba, aun así lo dejé ser.   Dolía, como cualquier desilusión; eso pasa cuando le das un lugar especial a alguien que lo ...

Cristal

Era un día tan frío y húmedo como todas esas mañanas de otoño que Cristal detestaba desde niña. Camino al trabajo divagaba entre sus listas de cosas pendientes, que por algún extraño motivo le causaban mareos. Luego de unas cuantas arcadas, limpió su boca y siguió su rumbo, deseando no llegar nunca a su tedioso trabajo. Caminó dos cuadras cerca del café Stanley, donde solía pedir un expreso con doble azúcar para llevar. Sin embargo, presentía que algo andaba mal y siguió su ruta a paso más agitado. Entonces notó que las calles parecían más extensas, el cielo cambiaba de oscuro a claro en cuestión de segundos y el reloj de la iglesia de la esquina Griss daba la hora en sentido contrario. La gente pasaba por su lado con tanta prisa que parecían ignorar lo que sucedía. Cristal empezó a sentir escalofríos. De pronto sonó su celular con un número desconocido y no respondió. Apareció un mensaje de texto en la pantalla que le heló la sangre: "Te encontré". Quiso correr, pero sus pie...

Con el pie derecho

 Nadie se imagina que un día en el que te levantas de la cama con el pie derecho, afirmando que algo maravilloso sucederá, puede terminar mal.  Pero cuando la vida quiere darte una lección o como dirían los grandes gurús de la motivación "probarte de qué estás hecho" no hay pie que valga. Así estuvo una jornada en la que todo iba jodidamente bien; hasta el frío tuvo compasión de las almas solitarias y cedió un poco la intensidad. Un sol radiante acompañó la merienda con una taza de té y un ponquecito. No le pides mas a la vida que llegar a casa a descansar del ajetreo del trabajo, entretanto esperas tu ruta en la parada de autobús.  Inesperadamente un hecho te saca del estado sereno en el que andas, de una manera infame, te enojas y no te explicas ¡porqué arruinar un lindo momento, uno de los pocos lindos días que has tenido en meses con algo así!  Piensas en eso mientras corres detrás de un hijodeputa que te arrebató el teléfono celular cuando te disponías a abordar...

Duelo

Uno a uno, se arrancaron los pedazos de piel y quedaron expuestos entre sí.  Cuando ya no quedó nada mas que carne ardiendo y sangre brotando por sus cuerpos débiles, vulnerables al frío de la desgracia dejaron de verse a los ojos, se soltaron de las manos, volvieron añicos sus corazones creyendo que así sobrevivirán al dolor.  El cuerpo no arde, el corazón ya no duele; quedaba una sensación en el pecho que se hacía mas grande y mas insoportable al respirar...Se giró rápidamente pero solo logró ver una figura borrosa alejarse en el camino y se preguntó: ¿Cómo se arranca uno el alma?

El Reencuentro

Atravesó la puerta del elegante salón dorado y su cadencia al caminar dio cuenta de que no vacilaba en sus intenciones; la vi venir desde mi asiento y quede perplejo, no parecía la misma mujer que hace años conocí en el café de San Telmo.  No lo digo por su apariencia pues ella era de esas mujeres con porte, cuya elegancia era evidente con cualquier atuendo, aun estando rota o abatida, su mirada siempre al frente con paso firme y uno a la vez, dejaba en el aire una especie de estela admirable que daba cuenta de que no era cualquier alma vacía vagando por doquier.  Mientras más se acercaba a mi mesa, podía percibir su aroma; un olor tan inconfundible como inolvidable, un olor indescifrable y cautivador que sólo le pertenecía a ella, se acercaba viéndome fijamente y mis manos empezaban a temblar, como el primer día que la vi, no lograba sostener la mirada unos segundos sin sonreír.  Mi cuerpo se estremecía con cada movimiento de sus caderas, me volvía loco en segundos. Y es...